Moisés Naím / El País - 9/7/17
Tucídides, un ateniense que vivió aproximadamente 400
años antes de Cristo (a. C.) fue un mal general y un buen historiador. Su
Historia de la Guerra del Peloponeso, relata la conflagración que estalló entre
Esparta y Atenas en el siglo V antes de Cristo. Muchos consideran este libro el
primer intento de explicar hechos históricos recurriendo al análisis y a los
datos y no a los designios de los dioses.
Basándose en su estudio de las causas que llevaron a
Atenas y Esparta a la guerra, Tucídides mantiene que es difícil que una
potencia en pleno auge, en ese caso Atenas, coexista pacíficamente con la
potencia dominante, que en ese caso era Esparta. Graham Allison, profesor de la
universidad de Harvard, ha popularizado este concepto llamándolo “la trampa de Tucídides”.
Allison estudió 16 situaciones ocurridas en los últimos 500 años en las cuales
surge una nación con la capacidad de competir con éxito con la potencia
dominante. En 12 de estos 16 casos el resultado fue la guerra.
Todo esto tiene profundas implicaciones para nuestro
tiempo y ese es el tema del reciente libro de Allison: Destinados a la guerra:
¿Pueden América y China evitar la trampa de Tucídides? Según él, “de continuar
el rumbo actual, el estallido de una guerra entre los dos países en las próximas
décadas no solo es posible, sino mucho más probable de lo que se piensa”.
El libro del profesor Allison no es el único que
alerta sobre las consecuencias del auge del Oriente y el declive de Occidente.
El tema ha estimulado un gran número de libros, artículos y conferencias.
Gideon Rachman, periodista de Financial Times ha escrito un libro titulado
Easternization, refiriéndose a la orientalización del mundo. Su mensaje central
es que está llegando a su fin la ascendencia internacional que han tenido por
varios siglos las potencias occidentales, concretamente EE UU y Europa. Según
Rachman el centro de gravedad del poder mundial residirá en Asia y, más
concretamente, en China. A Bill Emmot, exeditor de The Economist, también le
preocupa el destino de Occidente y así titula su nuevo libro. Según Emmott,
“Occidente es la idea política más exitosa” y aclara que no es un lugar sino
una serie de conceptos, valores y condiciones sociales y políticas guiadas por
la preservación de la libertad individual, la apertura económica y la búsqueda
de igualdad y justicia para todos.
Naturalmente, el aumento de la desigualdad económica
que están sufriendo los países de Occidente y los problemas políticos que esto
ha acarreado preocupan a Emmott: “Sin una sociedad abierta, Occidente no puede
prosperar, pero sin igualdad no puede durar”. A diferencia de los otros
autores, Emmott no cree que Asia desplazará a Occidente. [Puede ver el vídeo de
mi entrevista a Bill Emmott en www.EfectoNaim.com].
Los pronósticos de una China que logra convertirse en
una potencia hegemónica a nivel mundial subestiman las debilidades del gigante
asiático. También suponen que las dificultades que limitan la influencia
internacional de Estados Unidos y Europa son taras insolubles y, por tanto, permanentes.
Pero ni los problemas de Occidente son insolubles ni los de China son
insignificantes.
La realidad es que si bien el crecimiento económico de
China es asombroso, su progreso social indiscutible y la modernización de sus
Fuerzas Armadas intimidante, sus problemas son igualmente abrumadores. Ian
Buruma, un experto en asuntos asiáticos, mantiene que de todos los libros
recientes sobre el auge de esa región, el peor es el del profesor Allison.
Según Buruma, el profesor evidencia una gran ignorancia sobre China y minimiza
los problemas que plagan a ese país. A pesar de su acelerada expansión, la
economía china es frágil y está llena de desajustes y distorsiones. La
desigualdad económica se ha disparado y en las zonas rurales persiste una
generalizada miseria. El país es un desastre ecológico donde cada año mueren
más de un millón de personas por enfermedades causadas por la contaminación
ambiental. Militarmente, China sigue estando muy por detrás de Estados Unidos,
país que además tiene una amplia red de aliados en Asia que ven a China con
temor y profundos resentimientos históricos. Vietnam ha tenido 17 guerras con
China, por ejemplo.
Pero quizás la objeción más importante a la visión de
una China convertida en líder del mundo es que su modelo autocrático es cada
día menos seductor y difícil de sostener. Mantener a cientos de millones de
personas subyugadas a los designios de un dictador es una ruta que en estos
tiempos conduce a la inestabilidad política. Y un país políticamente inestable
no es un buen candidato para prevalecer en las conflagraciones que pronosticó
Tucídides.
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